—He pasado miedo. Mucho… Mucho miedo.

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Confesó el chico de cabello negro, en lo que el caballero arropaba al muchacho con una manta. El espectáculo del exterior de Chaldea era hermoso. Alrededor de la organización, se alzaban los escudos que la protegieron. Más allá de Chaldea, no había más que fuego, pero hasta ese punto, no había más que nieve, una imagen casi aterradora pero hermosa.

 

—Yo también, Master, pero, ¿Acabó todo bien al final, verdad? Logramos escapar de esa bestia, por encima de todo, agradezco que…

 

—No, Lancelot, no es solo eso. He pasado miedo, sí, pero, nunca tanto como ahí. — Inconscientemente, el chaval de Londres se aferró a su Servant, este abrazando al mismo, aunque, las palabras que iba a decir ahora cambiarían completamente el ambiente.

 

—Lancelot, ¿Tú crees que podremos lograrlo? … No quiero acabar muerto en misión. No quiero.

 

—No puedo prometerte con certeza que ni tú, ni ningún otro Master, vayáis a sobrevivir con certeza, claro está.

Pese que esas palabras helasen la sangre del londinense, no se soltó del mismo, lo contrario. Sabía que Lancelot únicamente estaba siendo honesto, y eso… Eso está bien. Sí, eso es así, su Servant está siendo sincero.

—Nosotros, vuestros Servants, no somos absolutamente nada. No somos nada, salvo, menos frágiles que un humano normal.

 

—Y somos tan frágiles. Pero… —entonces saltaría la gran pregunta, una aún peor…— ¿Podrás, al menos, evitar que acabe muerto, Lancelot?

 

—Dentro de lo razonable. —Aclaró—. Haría todo para protegeros, Master, a usted, Kyrielight, Niklas, la señorita ❙❙❙❙❙❙❙❙…

 

—Eso me es más que suficiente, pa… —Pausó. Iba a llamar a Lancelot padre de nuevo. Ya había cometido ese error tantas veces…— Perdón, Lancelot.

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—… Ha llegado un punto en el que me acostumbré a esto, Master.